Editoriales

Reunión entre el Banco Mundial y el FMI: donde los pobres importan poco

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Por Juan Notaro

Si estamos o no ante el fin del libre comercio tal como lo conocemos o si se abre una época de nacionalismo proteccionista o si Estados Unidos dejará el acuerdo de París sobre cambio climático poniendo en riesgo la sostenibilidad del planeta y dándole así un claro puntapié a un trabajoso acuerdo multilateral son cuestiones que están sobre la mesa.

De hecho, estos fueron en realidad los temas centrales que demandaron la atención de los participantes en las llamadas reuniones de Primavera del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, FMI, celebradas en Washington DC.

Sin embargo, poco se abordó sobre la situación de las poblaciones más vulnerables, a las que debemos nuestros esfuerzos como bancos de desarrollo.

Es cierto que vamos hacia una economía mundial donde cada vez más aumenta el número de países caracterizado como emergentes o de desarrollo medio, algunos con un ingreso per cápita que los aleja paulatinamente de recibir asistencia internacional.

En efecto, en 1994, el 56,1% de la población mundial, o sea 3100 millones de personas vivía en 64 países caracterizados por ingresos bajos. En cambio, en 2014, esta cifra se redujo al 8,5% por ciento lo que equivale a 613 millones de personas.

Empero, detrás de esta clasificación y del progreso alcanzado, se esconde el hecho de que los países de esta característica albergan enormes extensiones con poblaciones marginales, vulnerables y una buena parte por debajo de los índices de pobreza.

En nuestro entorno cercano, países grandes, miembros de FONPLATA, como Brasil y Argentina, son un claro ejemplo donde la pobreza se concentra en zonas rurales o periurbanas, donde la actuación de la banca de desarrollo es clave para que junto a recursos públicos y privados se haga viable potenciar las oportunidades de progreso para poblaciones tradicionalmente relegadas de la ecuación de prosperidad.

"América Latina es una región donde la amplia mayoría de países son considerados de ingreso medio o emergentes, pero donde aún se mantienen importantes áreas con bolsones duros de pobreza".

Esa es la única fórmula para poder alejarse de la llamada "trampa de los países de ingreso medio", en la que decenas de países que han mejorado sustancialmente su ingreso bruto por habitante, van siendo gradualmente marginados del acceso a cooperación y financiamiento internacional para el desarrollo.

Si bien para nuestra región ha sido un logro enorme haber crecido fuerte y sostenidamente hasta el 2015, consolidando además una amplia participación de la clase media en su economía, nos seguimos manteniendo como la región con mayor desigualdad en el mundo.

América Latina es una región donde la amplia mayoría de países son considerados de ingreso medio o emergentes, pero donde aún se mantienen importantes áreas con bolsones duros de pobreza y una inequidad general que no ha sido resuelta.

Con una expectativa de crecimiento de 1,1 % en 2017 y del 2% en 2018, la cooperación y el financiamiento internacional son herramientas fundamentales para colaborar en las agendas de nuestros países y apoyar un desarrollo con prosperidad para la mayoría de su población.

Así las cosas, FONPLATA, que trabaja justamente con las poblaciones más vulnerables de las zonas locales y de frontera común entre sus países miembros -Brasil, Bolivia, Argentina, Paraguay y Uruguay- ha suscrito varios convenios con la banca multilateral para acercar los beneficios del desarrollo a la gente que más lo necesita.

En efecto, a lo ya firmado con CAF en 2016, hemos avanzado con el NDB, el banco de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en una alianza para potenciar el co-financiamiento de nuestras instituciones, inicialmente en Brasil, con expectativas de extenderlo a otros países de FONPLATA.

Por otro lado, con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estamos trabajando en un programa conjunto de financiamiento a la integración regional, con énfasis en el desarrollo geo-referenciado del área de fronteras.

​Esta nueva modalidad complementaria de trabajo, asociando instituciones con intereses comunes para países emergentes, fortalece la coordinación y focalización de recursos financieros, favorece a los países de la subregión y principalmente apunta a un mayor impacto en reducir la brecha de oportunidades entre la gente.

(Publicado originalmente en la columna mensual del autor en El Huffington Post.

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